El momento más sublime de una mujer es cuando se convierte en mamá. Al menos eso es lo que me pasó a mi.
Hijo de mi corazón, cuando supe que llegarías al mundo, todos los miedos que pude imaginar me invadieron, pero con el paso de los meses, me sentí llena de gozo. Aunque muchas personas no lo crean, sentí pequeños movimientos en mi guatita a los dos meses. Mi pequeño arrendatario, porque presentía en mi corazón que eras un niño, tenía vida dentro mío, algo que aunque la ciencia trate de explicar, sigue siendo un milagro.
Tu nacimiento fue difícil. Fisicamente no quedé bien. Sentí miedo de morir, y era la primera vez, porque sabía que ahora tú dependías de mi.
Cada enfermedad y dolor que tenías me partía el alma, cuántas veces pensé en que Dios me traspasara tus males, porque tu hermana y tú son todo para mi.
Hoy te veo más grande, ya de 7 años. La pena y la culpabilidad me invade, por no poder estar contigo todos los días y por no poder darte la estabilidad que necesitas.
Me gustaría participar de cada una de tus actividades, penas y alegrías. Poder estudiar contigo todas las tardes, ir a dejarte al colegio. Sé que esas cosas te harían enormemente feliz. La vida hoy no me permite hacerlo, pero confío en Dios que lo haré muy pronto. Lucho cada día por hacerlo.
Haz tomado voluntariamente la responsabilidad de cuidar a tu hermana. Son complices y la defiendes incluso de mi.
Eres un pequeño hombrecito, mi pequeño hombrecito. Tienes un corazón muy noble y bueno. Te adoro bebé. Mamá siempre piensa en ti. TE AMO HIJO.
E.D.
No hay comentarios:
Publicar un comentario